Pensaba que la técnica Pomodoro era una minucia hasta que la empecé a probar en serio
Me interesa mucho la productividad y cualquier tipo de mejora en la eficiencia que pueda aplicar en mi vida o mi trabajo, pero hay algunos trucos, casi clichés, que no me suelen atraer. Uno de ellos era la técnica Pomodoro, uno de los típicos trucos para aumentar la concentración.
Hilando vivencias recientes pensé que quizás estaba siendo demasiado presuntuoso y que sería una buena idea tomármelo en serio y darle una oportunidad. Efectivamente, lo era.
Por qué es importante. Vivimos permanentemente desconcentrados, expuestos a notificaciones, a interrupciones, a distracciones seductoras a un scroll de distancia. Es cada vez más importante fijar límites que nos ayuden a aumentar nuestra capacidad de concentración. Si trabajamos con un ordenador el riesgo se multiplica.
En qué consiste. La técnica Pomodoro, desarrollada por Francesco Cirillo en los años ochenta, es una metodología que divide el trabajo en períodos de 25 minutos, cada uno seguido de descansos de cinco minutos. Tras cuatro ‘pomodoros’ se recomienda un descanso más largo, de 15 o 30 minutos.
Estos intervalos cortos buscan maximizar nuestra concentración y minimizar el agotamiento.
En la práctica. La idea de trabajar por bloques de tiempo me sonaba extraña, quizás por la inercia de que el trabajo es un maratón continuo que cada uno termina como puede. Lo de forzarme a parar cada ¡25! minutos me resultaba incluso contraproducente. Pero puestos a probar me sometí a la disciplina de los temporizadores.
Eso sí, de una forma flexible: si la cuenta atrás llega a cero y estoy a punto de acabar algo, no tengo problema en alargarlo tres o cinco minutos más. Creo que es mejor eso que desconectar y luego reconectar.
Los espacios. El enfoque laboral como una maratón suele introducir distracciones que fácilmente se nos van de las manos. Con la técnica Pomodoro esas distracciones ya tienen un compartimento asignado que dura cinco minutos y en los que podemos hacer lo que queramos, pero solo durante esos cinco minutos. Y si nos quedamos con ganas de más, en menos de media hora volveremos a tener ocasión de más.
Y durante los tiempos de trabajo, no hay excusas. No hay visitas furtivas al Marca, no hay vistazos a Twitter, no hay TikTok de marras, no hay conversaciones en WhatsApp.
La clave. La mencionada flexibilidad. A veces el trabajo requiere pasar dos horas sin parar. Qué le vamos a hacer. A veces tenemos que volver prematuramente de un descanso. Pues lo mismo.
Saber jugar moviendo las porterías cuando el contexto lo demanda y siendo honestos con nosotros mismos es lo que distingue que esta técnica nos encaje o que se nos vaya de las manso y no sirva para nada.
Otras técnicas similares. Pomodoro se basa en cuatro sesiones 25/5 con un descanso final más largo. Pero hay otras que quizás se ajusten mejor al caso de cada uno:
- Flowmodoro. Trabaja tanto como puedas de forma concentrada y sin distracciones. Luego descansa un minuto por cada cinco minutos que hayas trabajado. Si has estado una hora, descansa unos seis minutos.
- Dos mitades. Divide el trabajo en dos sesiones tan largas como necesites pero siendo realista hacerlo sin descansos ni distracciones. Entre ambas descansa 10 minutos y añade otros 15 minutos de descanso final. Por ejemplo, 45 minutos de trabajo, 10 de descanso, otros 45 de trabajo, 15 de descanso.
Puedes ajustarlas como quieras, la regla básica es usar sesiones de trabajo concentrado, libres de distracciones, de forma realista y que se ajuste a nuestro contexto laboral. Y entre cada sesión, pequeños descansos que se alarguen cuando llevemos un buen rato trabajando.
Aplicaciones. Hay muchas aplicaciones móviles o de escritorio que nos pueden ayudar, aunque un simple temporizador en nuestro móvil sirve. A partir de ahí, lo que nos queramos complicar con widgets, alertas, etc. A mí me gusta Focused Work, pero es una elección personal. Tienes hasta servicios web como Pomofocus.
Imagen destacada | Xataka con Midjourney