Solo una mujer ha logrado sumarse a las filas de la yakuza japonesa: Nishimura Mako, la "maestra del corte de dedos"
Suena a frase manida, pero la de Nishimura Mako es la clase de vida que parece sacada de un guion de Hollywood. Que sepamos, es la única mujer que ha logrado convertirse en miembro de pleno derecho de la yakuza, los famosos sindicatos del crimen japonés. Ahora y con casi 60 años, Nishimura vive una vida muy distinta a la que llevaba en los 80: trabaja en un negocio dedicado a la demolición, reside en una casa modesta y colabora con una asociación que ayuda a excriminales.
Al meñique de su mano izquierda le faltan sin embargo falanges y su cuerpo sigue repleto de los coloridos tatuajes que en su día la identificaban como integrante de la yakuza. Viejas señales del pasado que la convierten en una figura única.
Descubriendo a Nishimura. Si conocemos el periplo vital de Nishimura Mako es gracias a Martina Baradel, una investigadora postdoctoral de la Universidad de Oxford que lleva años dedicando tiempo y esfuerzos a investigar a la yakuza y otros grupos de delincuentes de Japón. Sus esfuerzos le han permitido hacer contactos en los famosos sindicatos del crimen nipón y conocer el caso de Nishimura.
A comienzos de año usó el material que ha ido recabando para publicar un artículo en The Conversation en el que reivindica a Nishimura Mako como “la única mujer” que se ha unido a la yakuza formalmente, como miembro de pleno derecho.
Remontándose a los orígenes. En su artículo Baradel se remonta a los orígenes de Nishimura, hija de funcionarios y criada en un hogar autoritario que la sometía a una estricta disciplina. Para escapar de ese entorno, siendo todavía una estudiante, Nishimura empezó a relacionarse con bandas de moteros bōsōzoku, que gozaron de popularidad sobre todo en los 80. A su lazo empezó a pelear.
Aquel fue el primer capítulo de su accidentado y novelesco periplo vital. El segundo llegó cuando conoció a un joven yakuza que la introdujo en el mundo del crimen organizado japonés, el cobro de chantajes y la prostitución. No tardó en involucrarse de lleno, rompiendo los moldes de una organización secular.
“Su vida dio un giro cuando una noche recibió una llamada de una amiga que estaba en una pelea y necesitaba ayuda”, relata Baradel. La joven cogió un garrote y se enzarzó en una pelea con la suficiente habilidad como para despertar el interés de un jefe yakuza. “La llamó a su oficina”, prosigue la experta, quien asegura haber oído la historia de aquel encuentro de labios de la propia Nishimura: “Me dijo que recuerda sus palabas aún hoy: ‘Aunque seas mujer, debes convertirte en yakuza'”.
Apasionada por la violencia. Nishimura aceptó aquella mano tendida para incorporarse a las filas de la yakuza. No importaba que el suyo fuese un caso fuera de lo común o que el resto de reclutas a los que se unió fuesen hombres. “Comenzó a vivir la rigurosa vida de un aprendiz de yakuza”, anota Baradel. La joven asumió sus tareas, dio el salto a las actividades delictivas, participó en el ritual de lealtad y pasó a encargarse de negocios de prostitución, drogas o cobro de deudas.
“Ella me confesó que desde muy pequeña sentía pasión por la violencia y disfrutaba las peleas. Comenzó saliendo con pandillas de motociclistas y a tener encuentros violentos, algo que le fascinaba. Se dio cuenta de que tenía una fuerza inusual para su complexión, ya que mide poco más de un 1,5 m y pesa 45 kg”.
“Maestra del corte de dedos”. Siendo aún una veinteañera hubo un “problema” del que Nishimura asumió la responsabilidad, así que decidió aplicarse la estricta disciplina que impera en la yakuza y recurrir al yubitsume, el ritual de automutilación que consiste en amputarse a sí mismo una sección de dedo.
De nuevo, lo hizo de tal forma que llamó la atención del resto del grupo. Por su sangre fría y pericia. Tanto es así que, explicaba hace unos meses Baradel durante una entrevista con la BBC, Nishimura no mostró reparos en aplicar la técnica a los compañeros incapaces de mutilarse a sí mismos. “Su habilidad en el ritual le valió el apodo de la ‘maestra del corte de dedos'”, recuerda la experta de Oxford.
Pero… ¿Cómo sabemos que es la única? Esa misma pregunta se la plantearon durante la entrevista de la BBC a Baradel: ¿Cómo podemos afirmar que Nishimura ha sido la única mujer que ha logrado ser miembro formal de la yakuza, sobre todo teniendo en cuenta que sus orígenes se remontan siglos atrás y sus miembros se dedican al crimen? Para la investigadora hay pocas dudas.
“Si hubiera habido otra, se conocería. La policía dispone de registros de los miembros de la yakuza. Muchas mujeres han ayudado o apoyado a la mafia de forma informal, pero no hay nadie más como ella —insiste Baradel—. Fue por su jefe, que tomó la decisión inédita de hacerla miembro del grupo. Y está probado que es integrante de pleno derecho, ya que tiene fotos de su ceremonia de sakazuki, que simboliza la lealtad y compromiso con la mafia japonesa”.
¿No hay más mujeres? No. Y sí. Que el caso de Nishimura sea un caso excepcional por ser la única mujer que ha participado en la ceremonia sakuziki, según las pesquisas de Baradel, no significa que en el entorno de la yakuza no haya más mujeres. Las hay. Y algunas incluso han sido muy importantes, como Fumiko Taoka, quien alcanzó un rol destacado tras el fallecimiento de su marido, líder de una banda. Con todo, el rol de las mujeres suele ser diferente al de los hombres.
Su vínculo suele ser justo ese, el de parejas o esposas. “Aunque no son miembros oficialmente, sí suelen hacer algún tipo de trabajo”, comenta la experta en la mafia japonesa: “Si eres la esposa de un jefe no puedes limitarte a llevar una vida de ostentación. Se espera que medies entre el jefe y los miembros más jóvenes”.
Idas y venidas. Aunque su caso es excepcional, Nishimura no permaneció durante mucho tiempo ligada a la yakuza. En su artículo para The Conversation, la investigadora de Oxford explica que cuando rondaba los 30 años decidió escaparse y dedicarse por su cuenta a la metanfetamina. Acabó expulsada. Cuando se quedó embarazada quiso buscarse un trabajo, pero su pasado no se lo puso fácil.
“Dejó la yakuza por primera vez al quedarse embarazada. Tenía un título de cuidadora y quería encontrar un empleo normal, pero la sociedad japonesa la rechazó, principalmente por sus tatuajes, que sugieren la pertenencia a la mafia”, añade. De poco sirvió que vistiera ropa de manga larga para cubrirse los tatuajes. “Al final sus compañeros se dieron cuenta y fue despedida de dos trabajos”.
“Se resignó a su suerte”. Al ver cómo se “le cerraban las puertas” y la posibilidad de lograr un trabajo fuera del mundo del crimen, Nishimura “se resignó a su suerte”, en palabras de Baradel, quien asegura que la joven “se volvió aún más radical”. Amplió sus tatuajes y retomó sus viejas actividades.
La pareja con la que se había casado se convirtió además en jefe de la yakuza, con lo que también experimentó ese rol. Con todo, tampoco en esta ocasión el vínculo de Nishimura con la mafia sería permanente: con el tiempo la abandonó.
La vida tras la yakuza. No abunda la información sobre Nishimura más allá de las pinceladas facilitadas por Baradel, quien ha llegado a escribir sobre la mujer yakuza en la web Departamento de Sociología de la Universidad de Oxford.
Gracias a ella podemos observar fotos de Nishimura durante su etapa de aprendizaje y mucho más recientes. La investigadora también desliza algunas claves sobre la vida que lleva ahora, ya retirada. La mujer trabaja en el negocio de la demolición, vive sola en una casa modesta y participa en una organización que intenta ayudar a otros antiguos miembros de la yakuza, exconvictos y adictos.
Una figura única. Baradel insiste en que Nishimura es una figura única en la historia de la mafia japonesa. “Ha habido otras mujeres que, aunque no estaban afiliadas de manera formal, han tenido un impacto significativo de la yakuza; pero ninguna fue tan lejos como Nishimura y se convirtió en miembro de pleno derecho con el dedo meñique cortado”. En su opinión, su historia “redefine los límites de los roles de género y la lealtad” en las redes del crimen organizado nipón.
Imagen | Elmimmo (Flickr)