España cree tener un problema con su parque de viviendas vacías. Es porque no conoce el fenómeno akiya de Japón
El dato deja poco margen para interpretaciones. El Gobierno de Japón acaba de publicar una encuesta que muestra que en el país hay alrededor de nueve millones de viviendas vacías, sin uso, las conocidas como “akiya”. Son muchas, muchísimas; pero sobre todo dibujan un nuevo punto ascendente en las gráficas sobre vivienda desocupada que llevan décadas trazando las autoridades niponas. A lo largo de los últimos 30 años su número se ha duplicado y el último informe refleja que en otoño había ya 510.000 más que en 2018, cuando se elaboró el anterior censo.
Esa deriva convierte las akiya en un desafío de primer nivel.
¿Qué son las akiya? Casas desocupadas. La etiqueta es propia de Japón; el fenómeno, no tanto. En España mismo tenemos más de tres millones de viviendas vacías, según los datos recabados por el INE en enero de 2021. El problema es que en Japón este tipo de construcciones sin uso aumenta a tal nivel, se ha enquistado hasta tal punto y sobre todo ha alcanzado semejantes cotas que es un tema que se aborda con relativa frecuencia en los medios y ha obligado a activar medidas para frenar la tendencia. Un ejemplo claro son los bancos Akiya, organizados a nivel local y que buscan rescatar viviendas desocupadas, renovarlas y venderlas.
Nueve millones de casas (y subiendo). Que en Japón hay muchas viviendas akiya no es ninguna novedad. Hace años que el país es consciente de su número y el enorme peso que tienen en el parque residencial. El problema es que cada nueva estadística publicada sobre el tema confirma que el desafío está lejos de resolverse. Así lo acaban de constatar las autoridades niponas, que a finales del mes pasado divulgaron el último censo actualizado sobre casas vacías en Japón.
Según sus cálculos, en todo el país hay alrededor de nueve millones de akiya. La cifra sorprende por varias razones. La principal y más evidente es que son muchas, muchísimas, el 13,8% de todas las viviendas de Japón. Para hacernos una idea, si partimos de la base de que en cada una de esas casas pueden residir tres personas serían suficientes para acoger a casi toda la población de Australia. El Instituto de Nomura ha elaborado sus propias cuentas y estima que en realidad hay casi 11 millones de akiya y que en una década podrían suponer más del 30%.
El doble que en los años 80. La segunda razón por la que la cifra ha hecho saltar las alarmas y acaparado titulares, tanto dentro como fuera de Japón, es por la tendencia que dibuja. Nueve millones de casas son muchas casas, pero también son muchas más de las que había en 2018, que fue cuando se elaboró el anterior censo. Entonces en Japón había alrededor de 8,49 millones, con lo que la bolsa de residencias akiyas aumentó en 510.000 propiedades en apenas cinco años.
Asashi precisa que el número de viviendas vacías ha ido aumentando desde 1973 y que ha acabado duplicándose en apenas tres décadas. En algunos puntos del país, como Wakayama y Tokushima, la tasa de desocupación llega a alcanzar el 21,2%.
De casas… a riesgos. Los datos del Ministerio de Interior japonés permiten echar un vistazo también a la situación en la que se encuentran esas edificaciones vacías: de los alrededor de nueve millones, algo más de la mitad, 4,76, estarían en alquiler o a la venta y 380.000 se corresponderían con residencias vacacionales o construcciones a las que se les da un uso estacional o puntual.
Al margen de esas categorías, quedan millones de casas desocupadas y abandonadas que suponen un reto para las autoridades. El motivo: al menos en algunos casos pueden venirse abajo y son susceptibles también de convertirse en vertederos o focos de incendios. El diario Asashi aclara que el número de viviendas abandonadas y sin ninguna previsión de uso, el tipo de propiedad que representa un mayor desafío, aumentó de forma considerable a lo largo del último lustro: la última encuesta muestra 370.000 más que el anterior censo, de 2018, lo que ha elevado la bolsa de esas viviendas a un récord de 3,85 millones.
La sombra de la demografía. Para entender el fenómeno akiya hay que manejar varios factores, pero entre ellos hay uno especialmente relevante: la crisis demográfica de Japón. El país está perdiendo población. Y también envejece.
Ambas tendencias explican para las autoridades que se esté incrementando el número de viviendas vacías y abandonadas. Sencillamente las propiedades se quedan desocupadas después de que sus inquilinos, gente mayor, fallezca o haga las maletas para trasladarse a una residencia. Hay estimaciones que hablan ya de que a finales de este mismo siglo en Japón vivirán alrededor de 53 millones de personas, lo que supondría menos de la mitad de los 128 millones de 2017.
Cuestión de cultura y costes. Hay sin embargo más factores en juego. Causas de orden más cultura, social o incluso económico que ayudan a entender el “boom” de akiya. En juego entra por ejemplo el relevo generacional, el modelo de familia, que los japoneses prefieran las viviendas de nueva construcción a las usadas; que buena parte de las casas akiya se levantasen antes de los cambios aplicados a la Ley de Normas de Construcción en 1981, lo que puede llevar a los nuevos usuarios a recelar de su seguridad estructural; y que resulte complicado localizar a los herederos o, una vez localizados, no lleguen a un acuerdo entre sí.
Remodelar o derribar una vieja construcción tampoco es barato. The Guardian precisa además que los solares vacíos acarrean una serie de tasas que complican que las familias echen abajo sus viejas propiedades. En ciertos casos incluso lleva a los herederos a no aceptar antiguas edificaciones… y los costes que conllevan.
Despoblando el rural. Otra de las claves es que una parte significativa de esas casas están en zonas rurales o en los suburbios de las ciudades. “La población fuera de Tokio cae con rapidez, especialmente en áreas como Tohoku y Hokkaido, y los ancianos simplemente abandonan sus casas”, señala Seth Sulkin, de la promotora inmobiliaria Pacifica Capital KK, a South China Morning Post. “Además es muy difícil reciclar estas propiedades por los sistemas de herencia y los títulos”.
Que en un pueblo o barrio proliferen las akiya tampoco ayuda a revertir la situación: en una peculiar pescadilla que se muerde la cola, tener casas vacías en el vecindario disuade a posibles compradores. “La gente no quiere vivir en una aldea terminal rodeada de ‘casas fantasma'”, comenta Chris McMorran, experto en estudios nipones y profesor de la Universidad Nacional de Singapur.
De autoridades y extranjeros. El problema de las casas desocupadas es lo suficientemente grave como para que el Gobierno haya tomado ya cartas en el asunto y aplicado medidas que buscan frenar el abandono de casas o, llegado el caso, alentar su rehabilitación o venta. Para lograrlo dispone de recursos fiscales.
Otro fenómeno que está registrando el país es el de los extranjeros interesados en hacerse con propiedades en Japón a buen precio. El objetivo: tener un alojamiento barato, disponer de una vivienda para las vacaciones o alquilársela a viajeros en un país que está experimentando un auténtico “boom” turístico. En marzo, de hecho, Japón batió su propio récord mensual de afluencia de visitantes: tres millones.
Imágenes | Bethom33 (Flickr) y Boccaccio1 (Flickr)
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