Llevamos años comprando el pez más común y corriente para nuestros acuarios. Resulta que es una especie nueva
El del pez Garra panitvongi fue un descubrimiento poco ortodoxo. La noticia de su hallazgo en aguas de un remoto río del Sudeste Asiático desató el año pasdo el chute de emoción, interés, orgullo e incluso prurito taxonómico que siempre acompaña a la presentación de una nueva especie, pero también cierta sensación de desengaño. El motivo: aunque su nombre sea una novedad, en realidad al Garra panitvongi lo conocemos desde hace varias décadas.
Si tienes un acuario cerca puede incluso que haya uno observándote mientras deglute algas.
Con ustedes, el Garra panitvongi. Las presentaciones formales se hicieron gracias a Larry Page, investigador del Museo de Historia Natural de Florida, pero en realidad la criatura que identificada en un río remoto del Sudeste Asiático es un viejo conocido de los aficionados a los acuarios. Tanto, que es una especie popular desde hace 20 años en las tiendas de mascotas, donde se conoce eso sí con otro nombre: “garra de cola roja”, o Redtail Garra en inglés.
Como recordaban desde el Florida Museum, los expertos tenían un conocimiento “periférico” del pez, pero para identificarlo como una nueva especie necesitaban algo más que verlo boquear tras los vidrios de una pecera: hacía falta la descripción científica de especímenes capturados directamente en su entorno natural.
Un viaje a las profundidades de Asia. Y eso fue precisamente lo que hizo Larry Page, quien lleva más de década y media examinando peces en el entorno de Tailandia. Mientras completaba un trabajo de campo en el río Kasat, un afluyente del Ataran, se encontró con varios especímenes salvajes del popular “garra de cola roja”. El hallazgo fue en sí un logro porque —confesaba el experto de Florida— una de las conclusiones que ha arrojado su estudio es que estos peculiares peces viven en realidad en un área mucho más reducida de lo que creíamos hasta ahora.
Un río concreto. “Cuando recolectamos especímenes por primera vez, pensamos que debía estar muy extendidos en Myanmar debido a su popularidad en el comercio de acuarios. Pero resulta que no es así. Solo está en la cuenca del río Ataran”, comenta Page. Su presencia parece acotarse, de hecho, a un pequeño tramo de río que se extiende a ambos lados de la frontera entre Tailandia y Myanmar, una zona aislada y a la que no resulta sencillo acceder. De ahí, apostillan desde el Museo de Florida, que los especímenes salvajes hayan permanecido hasta ahora “en una relativa oscuridad” mientras los ejemplares criados en cautiverio triunfaban en las tiendas.
¿Y cómo es el Garra panitvongi? Como lo conocíamos. Aunque ahora disponemos de un arsenal de datos mucho más amplio… y de un nombre que nos ayuda a designarlo con más precisión también. Cuando le tocó hacer esto último, bautizarlo, Page quiso hacer un guiño al ictiólogo tailandés Noon Panitvong, un ferviente defensor de la biodiversidad de su país, y lo nombró con su apellido. En cuanto a la forma, tamaño, hábitos, tonos… del “nuevo” pez, el experto de Florida ha detallado sus hallazgos en un artículo que acaba de publicarse en Zootaxa.
Los “colas rojas” —aka Garra panitvongi— se enmarcan en el género Garra, que comparten con casi otras 200 especies, una variedad que los convierte en uno de los grupos de peces más diversos. Los científicos los han localizado en lugares tan remotos y distantes como arroyos y ríos del oeste africano o regiones de India, el Medio Oriente y el sur y este de Asia, incluida China. Tamaña distribución, matiza Page, no significa que haya recibido mucha atención de los investigadores. Al menos hasta la fecha. “Hay poca información sobre su historia natural”.
Asomándose a la familia “Garra”. “La mayoría vive en aguas rápidas y tienen una estructura en forma de disco, formada por una modificación del labio inferior, que utilizan como almohadilla adhesiva para agarrarse a las rocas y mantener su posición en la columna de agua mientras se alimentan”, explica Page sobre los Garra. Gracias a esas habilidades y sus piezas bucales especializadas, puede devorar algas y algunos artrópodos que raspan directamente de las rocas.
Los “cola roja” comparten además peculiaridades que se habían apreciado ya en otras especies del mismo género. La más llamativa es probablemente que tienen un “hocico” incrustado de escamas endurecidas a las que los expertos se refieren como “tubérculos”. En otros grupos de peces esas peculiares estructuras, que les sirven para proteger sus nidos de otros peces y depredadores, son temporales y acaban cayéndose al finalizar la temporada de reproducción. No es el caso del Garra panitvongi, que luce sus tubérculos de forma permanente a modo de armas.
Vistosos, voraces y con un morro peculiar. No es ni mucho menos la única seña distintiva de los “garra de cola roja”, identificables gracias a su peculiar morro alargado, cubierto también de escamas endurecidas y que pueden subir o bajar con un movimiento que los científicos creen que le sirve para intimidar a sus enemigos en los combates. Otra característica clave, presente de hecho en el nombre con el que lo conocemos desde hace décadas, es su peculiar tono: su cola está blasonada de un color rojizo. Es esa vistosidad y la habilidad con la que elimina algas lo que los ha convertido en una especie tan apreciada por los amantes de los acuarios.
“Nueva” especie, vieja lección. Las investigaciones de Page y el resto de sus colegas no solo nos han permitido fichar una nueva especie con todos los criterios académicos. Tan o puede incluso que más importante es la lección que deja sobre la mesa: si queremos comprender bien la riqueza de fauna y flora del planeta nos queda todavía mucho trabajo por delante. “Su incorporación tardía al listado de especies descritas científicamente subraya la necesidad apremiante de hacer un balance de la biodiversidad en regiones poco estudiadas”, subraya el museo.
“Muchos de los peces del Sudeste Asiático reciben nombres de especies descubiertas en India o Indonesia porque se parecen”, lamenta Page. Quizás lo peor de esa confusión y mezcla entre especies de zonas geográficas no es que reste precisión a los estudios sobre la materia; su gran hándicap, desliza el organismo, es que nos ha llevado a “subestimar de forma drástica” su biodiversidad.
Imágenes | Tangjitjaroen et Al. (2023)
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*Una versión anterior de este artículo se publicó en julio de 2023