Para colonizar la Luna primero hay que reinventar la comida. La NASA quiere obtenerla del aire y China de Lanzarote
Dos grandes proyectos internacionales buscan establecer una presencia continua en la Luna: el programa Artemis, liderado por Estados Unidos y sus socios, y la Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS), impulsada por China y los suyos. ¿Qué van a comer sus tripulantes?
Comida que mantenga a los astronautas cuerdos. La viabilidad de las misiones lunares de larga duración dependerá de la calidad de los alimentos que podamos transportar y cultivar allí.
Los tripulantes de la Estación Espacial Internacional consumen alimentos deshidratados y termoestabilizados lo suficientemente consistentes para no desmigajarse en pequeños trozos que puedan ser inhalados por los propios astronautas.
Sin embargo, la monotonía de los alimentos preempaquetados puede ser un problema en misiones de larga duración. La comida lunar tendrá que ser nutritiva, pero también variada para “mantener a los astronautas cuerdos”, dice Sonja Brungs, jefa de operaciones con astronautas de la Agencia Espacial Europea.
Convertir el aire en barritas de proteína. En busca de ideas para producir alimentos en la Luna, la NASA lanzó en 2021 el desafío Deep Space Food Challenge. Una de las empresas seleccionadas es la finlandesa Solar Foods, que ha desarrollado un proceso para producir proteínas a partir de dióxido de carbono, hidrógeno y oxígeno.
Todo hábitat que construyamos en la Luna requerirá oxígeno para que los astronautas respiren. Por lo tanto, generará hidrógeno y dióxido de carbono como gases residuales. Solar Foods puede convertir estos gases en pasta o barritas de proteína, obteniendo la proteína de las bacterias.
El proyecto español para cultivar en suelo lunar. También están los invernaderos espaciales, que la iniciativa española Green Moon Project quiere llevar a la Luna. Este proyecto, que empezó en 2016 con su selección para el Google Lunar X Prize, ha ido sumando socios para estudiar cómo los cultivos terrestres se ven afectados por la gravedad reducida del entorno lunar.
Green Moon Project aspira a posicionar un invernadero en el espacio, primero en una estación espacial (pública o comercial) y después en un aterrizador lunar. Jose María Ortega, el fundador del proyecto, explicó a Xataka:
“Hemos recabado mucha información teórica y experimental para generar más conocimiento en este ámbito que será importante ya no solo por los alimentos, sino también para dar soporte en la generación de oxígeno gracias a la fotosíntesis de las plantas y por el hecho de que ayuda en la salud mental y a reducir el estrés de los tripulantes”.
La primera planta que brotó en la Luna. Nadie había logrado cultivar vegetales en un cuerpo celeste distinto a la Tierra hasta que la Universidad de Chongqing mandó semillas de algodón a la Luna a bordo de la misión china Chang’e-4. Acabaron germinando con éxito en enero de 2019.
Ese mismo año, Gengxin Xie, líder del proyecto en Chongqing, aprovechó una visita a España para firmar un acuerdo con Green Moon Project, que acaba de dar sus frutos en forma de paper científico conjunto.
El estudio complementa el experimento lunar con datos de los experimentos realizados en tierra mediante simulante regolítico lunar LZS-1, que se fabrica a base de sustrato rocoso de la isla de Lanzarote, cuyo suelo volcánico tiene similitudes en su composición al de la zona Fra Mauro de la Luna.
La Luna es un terreno hostil para la agricultura. En la Luna no hay atmósfera, ni tampoco un campo magnético que proteja su superficie de la radiación cósmica y solar que impacta sobre ella. Además, la diferencia de temperatura entre el día y la noche lunar, que duran 14 días terrestres cada uno, varía entre -100 y +100 ºC.
Sin embargo, hay abundante agua congelada en los polos, donde las misiones Artemis y ILRS pretenden construir sus colonias. El agua y la electricidad, obtenida de paneles solares y pequeños reactores nucleares, serán la base de un ecosistema que dependerá profundamente de la agricultura hidropónica (sin suelo) y adropónica (suspendida en el aire).
Imagen | NASA, CNSA