Hace 900 años, Europa tenía su propio Manhattan: los impresionantes rascacielos de más de 100 metros de Bolonia
Europa está plagada de ciudades medievales con una gran historia, algo en lo que Italia es protagonista. Sin embargo, dentro de sus numerosas localidades históricas, Bolonia no es el primer lugar que nos venga a la cabeza. Es la capital de la región de la Emilia-Romaña, que sonará a los amantes de MotoGP y Fórmula 1 al albergar los circuitos de Imola y Misano, pero además fue la capital de los rascacielos en el medievo.
Las historias hablan de hasta 300 torres en la ciudad, una de ellas de casi 100 metros que aún se conserva. Y la mala noticia es que, como muchos rascacielos actuales, algunas están en peligro.
El Manhattan medieval. Aunque el origen es incierto, la fecha de fundación de Bolonia es 1116. El apogeo de la ciudad se dio a mediados del siglo XIII, ya que, con unos 50.000 habitantes, era una de las grandes ciudades europeas. Posteriormente, cayó en desgracia, pero entre esos siglos XII y XIII, las familias más ricas de la ciudad se dedicaron a dos cosas: la guerra y construir torres.
Esto es debido a que las torres eran un símbolo de poder y la aristocracia lo que buscaba era ostentar, además de poder residir en una vivienda que se distinguiera de las demás y que pudiera estar protegida. También se usaron como torres cívicas (con campanas para avisar de algo), cárceles o comercios. Hay crónicas que afirman que hubo hasta 300 torres, pero es algo que ha sido ampliamente discutido y puesto en entredicho.
Infame reestructuración urbana. En cierto momento del siglo XIX, el conde Giovanni Gozzadini se propuso documentar a la perfección la historia de la ciudad. Investigando en los archivos de la ciudad y los documentos de compra/venta de inmuebles, elaboró una lista de torres. Llegó a la conclusión de que en Bolonia hubo un momento en el que hubo 180 torres, una absoluta barbaridad, pero no todas ellas eran gigantescas, teniendo una altura de unos 25 metros la mayoría de ellas.
Para la época, era una altura respetable que, además, contrastaba con la altura media de las casas convencionales. Sin embargo, poco más de 20 torres son las que han llegado a nuestros días. El motivo fue un plan de reestructuración urbana ejecutado en los primeros años del siglo XX que se tradujo en la demolición de varias de estas torres, así como de parte de la muralla que quedaba en pie. Dos de ellas, las torres de Artesini y Ricadonna, se demolieron en 1919 y estaban muy cerca de las absolutas protagonistas de este ‘sklyline’ boloñés.
Las dos torres. Hay varias torres muy importantes en Bolonia, como la Azzoguidi -61 metros-, la Portaparte – 59,5 metros o la Arengo – 47 metros-, pero las dos más célebres son Garisenda -alcanzó los 60 metros, pero por problemas estructurales se decidió dejarla en 48 metros- y Asinelli. Esta última mide la friolera de 97,2 metros, siendo 36 metros más alta que la siguiente de más altura y, curiosamente, ambas fueron de las primeras en construirse. Se estima que comenzaron en 1109 y, mientras que Garisenda se completó un año después, para los casi 100 metros de Asinelli necesitaron diez años.
Se cree que la mayor de todas podría haber sido incluso más alta debido a que los muros superiores tienen un grosor suficiente como para permitir una elevación de otros 20 metros, pero casi 100 ya son bastante imponentes, sobre todo teniendo en cuenta que en el siglo XIV se usó como fortaleza. Debido a su altura, y que ya tenía algún que otro desperfecto debido al alcance de rayos, en 1824 se instaló un pararrayos.
Al borde del colapso. La torre Asinelli se puede visitar actualmente y, si tienes buen fondo, puedes subir sus 498 escalones. Afirman que la panorámica de la ciudad es impresionante, pero la torre Garisenda no ha sido tratada tan bien a lo largo de los siglos. Como comentábamos, llegó a alcanzar los 60 metros, pero tras observar que se estaba hundiendo, decidieron cortar por lo sano hasta la altura actual. Eso no impide que siga siendo tragada por la tierra lentamente debido a que el suelo no está bien asentado y en varias ocasiones se han puesto en marcha planes de recuperación.
Asinelli también tiene una ligera inclinación, pero no es comparable al estado de Garisenda. Lo curioso es que ésta era una torre inútil debido a esa inclinación y sorprende que no fuera de las primeras en demolerse en la reestructuración del siglo XX o en años anteriores para recuperar materiales. Mejor para poder disfrutar de ella en la actualidad, claro está.
La Segunda Guerra Mundial. En tiempos más recientes, Asinelli fue útil para Guiovanni Guglielmini, quien aportó a la comprensión de la rotación de la Tierra con su ley de la caída de los cuerpos. Básicamente, dejó caer 16 bolas desde una altura de unos 73 metros en diferentes horas para comprobar la desviación. En la Segunda Guerra Mundial, cuatro soldados hacían guardia para lanzar señales de socorro y poder atender las zonas dañadas por los bombarderos aliados. Y actualmente tiene un repetidor de la radio nacional italiana.
Actualmente, ambas están monitorizadas, sobre todo una Garisenda que cuenta con sensores que dan información sobre su estado, pudiendo captar tanto ruidos de tensión como balanceos fuera de lo común. Este es un problema que, aunque parezca mentira, también tienen las ciudades con grandes rascacielos en la actualidad, ya que el consumo de aguas subterráneas y el peso de los enormes edificios están impidiendo que el terreno se asiente como debe y grandes capitales chinas o Nueva York se están hundiendo poco a poco.
Imágenes | Tango7174, Patrick Clenet, Toni Pecoraro, Turismo de Italia
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