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Hace más de 1.800 años alguien dibujó por primera vez la crucifixión de Jesús. Y lo retrató con una cabeza de burro

Han pasado casi 170 años, pero no cuesta imaginarse el asombro de los arqueólogos que en 1857, mientras trabajaban en el monte Palatino, en Roma, descubrieron el “Grafito de Alexámenos”. Y es compresible. Lo que encontraron garabateado en una antiquísima pared de yeso es el que a menudo se considera el “dibujo” más antiguo de la Crucifixión. Es más, hay quien opina que se trata de la primera representación conocida del propio Jesucristo. Lo realmente fascinante no es sin embargo su antigüedad, ni si es o no la plasmación artística más antigua de Jesús en la Cruz. No. Lo fascinante es qué nos muestra: un Cristo con cabeza de asno que poco tiene que ver con los retratos a los que estamos habituados.

Y tiene sentido que así sea.

Al fin y al cabo todo indica que el grabado no buscaba venerar a Jesús.

Una pared de yeso con rayajos. El hallazgo no es nuevo. Se remonta a mediados del siglo XIX, cuando los arqueólogos trabajaban en el Paedagogium, una construcción anexa al palacio imperial de la colina del Palatino, donde se cree que se instruía a los esclavos encargados de servir a la familia del César.

Durante sus investigaciones, los arqueólogos se fijaron en una pared de yeso blanco en la que se apreciaban aún varias figuras rayadas, igual que si de grafitis modernos se tratara. Tanto les llamó la atención que el trozo de muro en cuestión acabó en el Antiquarium Palatino. Hoy se cree que la imagen, de líneas toscas y básicas, data de la época de Severo, entre finales del siglo II e inicios del III.


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Pero… ¿Y qué muestra? Una crucifixión, lo que de por sí no tendría mayor relevancia. Si la pieza lleva más de un siglo fascinando a los historiadores es por sus detalles y mensaje. El grafito muestra dos figuras: una de ellas es un hombre con un brazo levantado a los pies de una cruz; la otra, una figura humana colgada de los tableros, a mayor altura que la anterior y con los brazos estirados.

Nada fuera de lo común si no fuera porque este segundo personaje tiene una enorme cabeza de asno. La composición se completa con un ípsilon griego (Y) grabado en la esquina superior derecha y una gran inscripción en la parte inferior que reza “Αλεξαμενος σέβετε θεον”, es decir, “Alexámenos adora a [su] Dios”.

Más allá del grabado. Claro está, la imagen deja botando unas cuantas incógnitas: ¿Quién la trazó sobre la pared? ¿Por qué? ¿A quién iba dirigida? ¿Y qué quería representar? A lo largo de las décadas no han sido pocos los autores que han intentado responderlas. Para expertos como Robyn J. Whitaker, de la Universidad de Divinity, no hay margen para muchas dudas: todo apunta a que se trata de una “parodia dirigida a los cristianos”. La misma lectura incluye el Museo del Palatino en su catálogo, donde describe el misterioso grafito: “La escena probablemente pretende mofarse de un cristiano, posiblemente del Alexámenos en cuestión”.

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Delineado del “Grafito de Alexámenos”.

¿Un intento de acusación? Hay quien incluso va más allá, como Kimberley Fowler, dedicada precisamente a indagar en la historia del cristianismo antiguo. Aunque reconoce que aún quedan “muchas preguntas sin respuesta” y el grabado se presta a diferentes interpretaciones, algo está claro: abre “una ventana” a la vida de un cristiano que residía en Roma entre los siglos II y III. En su opinión, no es descabellado pensar que el autor de la pieza quisiera burlarse de Alexámenos. O incluso algo peor, señalarlo de forma pública por sus creencias religiosas.

“Cabe preguntarse hasta qué punto pretendía ser malicioso el grafito de Alexámenos. ¿Se trataba de una burla inofensiva? ¿O pretendía poner al descubierto las creencias religiosas de un compañero de trabajo en el palacio imperial, tal vez por miedo o intimidación a compartir vivienda y lugar de trabajo con un seguidor de lo que se consideraba un movimiento supersticioso y desviado? Es  posible que, al enterarse de que otro miembro del personal de César pertenecía a este grupo, uno de sus compañeros de trabajo tratara de desenmascararlo”.

¿Por qué un burro y una cruz? Otra de las grandes preguntas. Y para responderla hay que repasar los significados de la cruz y el asno en la Roma de hace 1900 años. Como recuerda Whitaker, la crucifixión en la Roma del siglo I se contemplaba como una forma de ejecución “brutal, violenta” y sobre todo ominosa, pensada para “avergonzar de forma pública a la víctima mostrándola desnuda en un cadalso”. “Que Jesús sufriera una muerte tan indigna fue una vergüenza para algunos de los primeros cristianos”. Para la experta de la Universidad de Divinity el autor podía buscar justo eso: “burlarse de la forma en que murió Jesús”.

Aunque hoy el crucifijo —la imagen de Jesús en la cruz— es probablemente el símbolo religioso más recurrido en la cristiandad, con representaciones en todas las iglesias del mundo, no siempre fue así. La experta en arte cristiano primitivo Felicity Harley-McGowan apunta que los cristianos no se lanzaron a experimentar con sus propias representaciones religiosas hasta pasados dos siglos de la muerte de Jesús. Las representaciones de la crucifixión no se expandirían hasta el VI o V, que es de cuando data la Pasión de Maskell. Antes había imaginería, por supuesto, pero más centradas en escenas bucólicas, bíblicas o en la resurrección.

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El “Grafito de Alexámenos”.

¿Y la cabeza de burro? Que el autor del grafito haya optado por una cabeza de burro no es una casualidad. Si la cruz tenía un significado concreto en su contexto, con el pollino ocurría algo similar. “Los estudiosos han discutido la posibilidad de que la representación del hombre-asno crucificado responda a los rumores de que tanto judíos como cristianos adoraban a un dios con forma de asno”, relata Fowler.

“Por ejemplo, el historiador romano Tácito afirma que, tras ser expulsados de Egipto, los judíos sedientos que vagaban por el desierto siguieron a una manada de asnos hasta una fuente de agua, lo que les llevó a consagrar una imagen de un asno en el templo. El autor cristiano Tertuliano relata más tarde que los cristianos son acusados de adorar esta misma imagen, y de tener un dios con cabeza de asno”, abunda la investigadora antes de apuntar que la imagen dirigida a Alexámenos podría beber también en relatos y el sentimiento “antijudío alejandrino”.

Una pieza histórica. Si el grafito descubierto en 1857 en Roma es tan importante no es solo por su contenido y significado. A menudo se señala como la representación más antigua de la Crucifixión. Al menos la más antigua encontrada hasta la fecha. Así lo deslizan, entre otros, The Catholic Spirit, National Cathlic Register, Archaeo-Histories, InfoCatólica o la propia profesora Fowler.

Incluso el Museo del Palatino de Roma lo presenta en su catálogo como “una de las primeras representaciones de una crucifixión”. Hay quien va más allá y lo presenta como la plasmación gráfica más antigua del propio Cristo. De ser así no deja de ser irónico que se trate de una imagen satírica con una clara lectura “anticristiana”.

Imágenes | Wikipedia 1 y 2

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