Los 'true crimes' pendientes de la España negra: los casos que la ficción televisiva aún no se ha atrevido a tocar
La crónica negra española está llena de casos absolutamente atroces. Nuestra historia criminal no tiene nada que envidiar, en términos de violencia, oscuridad y enigmas a los de otros países. Por eso no es extraño que cada vez estén surgiendo más y más series de temática true crime analizando y recreando muchos de estos crímenes. Solo en los últimos meses hemos tenido los éxitos de Netflix ‘El cuerpo en llamas‘ y ‘El caso Asunta‘, a los que se suma la reciente ‘El marqués’, sobre el caso de los Galindo.
Sin embargo, queda mucho más que examinar en nuestra crónica negra, tan llena de casos característicamente españoles, imposibles de exportar a otros pañíses. Estos son algunos de los crímenes más atroces de la España negra que aún no han sido adaptados a la ficción televisiva.
La mano cortada (1954)
Una auténtica extravagancia que da para serie de horror a lo Blumhouse, y cuya protagonista es Margarita Ruiz de Lihory, marquesa de Villasante, baronesa de Alcalahí, duquesa de Valdeáguilas, vizcondesa de la Mosquera y amante de Primo de Rivera. En 1954 su hijo la denunció por realizar diversas mutilaciones en el cuerpo de la hija de la marquesa, muerta unos días antes. Cuando la policía inspeccionó la casa, encontraron una vasija con una mano derecha amputada, con los dedos hacia arriba y sumergida en un líquido blanco. También encontraron algodón manchado de sangre, pinzas y otros instrumentos quirúrgicos. Al exhumar el cadáver encontraron que le faltaban un trozo de la lengua, los ojos y que se le había rasurado el vello público. La marquesa y su pareja pasaron una temporada en un sanatorio psiquiátrico de Carabanchel, pero nunca se llegó a saber el motivo de las mutilaciones, ni si fueron responsables últimos de la muerte de la chica.
Los crímenes del sastre (1961)
Uno de los sucesos más inexplicables de la cróni8ca negra española. Yn hombre de 48 años mató a su mujer y a sus cinco hijos a cada uino de forma distinta: con un martillo, un cuchillo, una barra de metal y una pistola. Él mismo llamó a la policía para avisar de lo que había hecho: le sonsacaron la dirección, pero él se negó a salir hasta que un sacerdote no lo confesara. Consiguieron hablar con él desde un balcón del edificio de enfrente, donde vieron cómo el asesino exhibía los cadáveres. Cuando le confesaron por teléfono se mató, y nunca se supo qué razones le llevaron a cometer el crimen múltiple.
El arropiero (1964-1971)
El asesino en serie responsable de los asesinatos más atroces de nuestra geografía, con 48 crímenes a sus espaldas y con tendencias necrófilas. Era un ex-legionario y vagabundo (fue en la Legión, antes de desertar, donde aprendió a ejecutar el tragantón, un golpe letal en la nuez que puso en práctica en algunos de sus asesinatos) que se ganaba la vida como chapero. Fue detenido en 1971, después de que se descubriera en un descampado el cadáver de una mujer con la que tenía una relación, y a la que mató por haber puesto en duda su virilidad. Considerado “un peligro social en grado supremo”, no fue juzgado, sino que la Audiencia Nacional optó por dejarlo en custodia psiquiátrica hasta que muriera. Un cambio en el Código Penal le dio la libertad y pasó sus últimos años de nuevo como vagabundo hasta su muerte en 1998.
El mataviejas (1987)
El mayor asesino en serie de la historia de España estuvo marcado por el odio a las mujeres (acentuado porque su madre le echó de casa, lo que desencadenó una larga carrera como violador). Fue condenado a 27 años de prisión, de los que cumplió ocho por buen comportamiento, consiguiendo que todas sus víctimas salvo una le perdonasen. Se casó al salir de prisión con una mujer con discapacidad que no sospechaba de su doble vida, y llegó a asesinar en este periodo a 16 ancianas que vivían solas. Estaba tan confiado que dejaba tarjetas con su nombre y dirección en el lugar de los hechos. Fue condenado a 440 años de prisión, pero fue asesinado por dos reclusos, por violador y por ser un chivato de los funcionarios. Inspiró de forma apócrifa y muy libre la película de 2016 ‘Que Dios nos perdone’.
La masacre de Puerto Hurraco (1990)
El punto de partida no solo de la consideración actual de la España negra (sucedió el mismo año que Almansa y solo dos antes de Alcàsser), sino también de una triste edad dorada para el sensacionalismo televisivo en torno a estos casos. El crimen de Puerto Hurraco es el clímax de una larga rivalidad entre dos clanes extremeños, los Izquierdo y los Cabanillas. Dos hermanos de la primera familia salieron de casa con escopetas y mataron a nueve personas, entre ellas un par de niñas de los Cabanillas. El origen de la disputa, inducida por un par de hermanas de los asesinos, estaba tres décadas antes por culpa de unas lindes y, en los ochenta, con un desencuentro amoroso que acabó a puñaladas. La historia fue llevada al cine en 2007 por Carlos Saura en ‘El séptimo día’.
El crimen de Almansa (1990)
Dos años antes de los sucesos en Alcàsser que conmocionaron a España, este atroz crimen (el peor infanticidio de la historia del país) llamaba la atención por sus elementos propios de película de terror: una niña de 11 años era destripada por su madre (conocida curandera de la zona de Almansa, Albacete), una tía y dos vecinas (una de ellas mantenía una relación sexoafectiva oculta y con tintes esotéricos con la curandera) enmedio de un ritual, porque creían que la niña estaba embarazada del demonio. Los hechos sucedieron después de tres días de confinamiento y el consumo de plantas psicotrópicas. Ninguna de las implicadas fueron a prisión: una quedó libre y dos fueron internadas en un centro psiquiátrico.
Alcàsser (1992)
El crimen más mediático de la historia de España fue engordado por una televisión enfebrecida por el morbo y la sangre, en un año tan significativo para la historia del país como 1992. El misterio que rodeaba al asesinato de tres adolescentes disparó las teorías de la conspiración en programas como el late night de Pepe Navarro, y aún sigue dando de sí pese a que legalmente el caso está cerrado y su solución más o menos clara (y, sorpresa, el móvil y el desarrollo no tuvo nada de esotérico). Curiosamente, nunca se han rodado ficciones sobre el caso, aunque es muy recomendable el extraordinario documental de Netflix ‘El caso Alcàsser’.
El crimen del rol (1994)
Y dos años después de Alcàsser, otro crimen sacude la sociedad española, otra vez haciendo tristemente célebre a la prensa por su falta de escrúpulos y su forma de tergiversar la realidad en busca de enfoques de impacto. El chivo expiatorio esta vez fueron los juegos de rol: dos amigos de 21 y 17 años, inmersos en un juego llamado ‘Razas’, creado por el mayor de ellos, asesinaron a un hombre de 52 años de edad escogido al azar en el madrileño barrio de Manoteras. Su muerte fue una terrible agonía de quince minutos ocasionada por abundantes puñaladas, navajazos y golpes. Meses después, los asesinos fueron descubiertos porque no pudieron evitar alardear ante sus amigos.
Dinamita Montilla (1982-2022)
Un caso extraordinario de asesino en serie clásico en un país como España, donde abundan más lo arrebatos pasionales o los parraques transitorios. En los ochenta, un hombre conocido como Dinamita Montilla fue condenado a 123 años de prisión por cuatro crímenes sucedidos entre 1985 y 1987: disparos, heridas de arma blanca, cadáveres carbonizados… el asesino iba variando su modus operandi y solo reconoció uno de los asesinatos. Salió a los 23 años, beneficiado por la sentencia de Estrasburgo que tumbó la doctrina Parot. En los últimos años, Montilla se había abierto una cuenta de Tik Tok sobre senderismo y fue gracias a las pistas sobre su ubicación que la Guardia Civil le ha detenido de nuevo por la muerte de un montañista en 2022. Es sospechoso de la desaparición de una mujer en 2023.