Hay pueblos en Galicia sufriendo una invasión masiva de moscas. Lo más inquietante es lo que dicen sobre nuestro futuro
En Galicia los políticos, instituciones, biólogos y ecologistas llevan un tiempo pendientes de lo mismo: las moscas. Para ser más precisos, de la proliferación de estos insectos en varios puntos de la comunidad. Tal dimensión ha alcanzado el problema en algunos pueblos que ya ha motivado un estudio de la Universidad de Vigo e incluso una advertencia de la Federación Galega de Municipios e Provincias (Fegamp), organismo que eleva a una veintena el número de villas afectadas.
Lo más interesante, sin embargo, no es la supuesta plaga de moscas en sí, sino qué nos dice sobre nuestro entorno… y sobre cómo se está transformando.
¿Una plaga de moscas en Galicia? No. Al menos con los datos actuales, los expertos cuestionan que pueda hablarse de plaga. Eso no quita que la proliferación de moscas se haya convertido en un auténtico quebradero de cabeza en algunos pueblos de Galicia y haya al menos dos en concreto, separados por 175 km, en los que el problema sí parece haber escalado hasta niveles casi de infestación.
“Con la información que nosotros tenemos aún no podemos hablar de plaga. Lo que sí sabemos es que hay booms poblacionales desproporcionados de moscas en algunas zonas del ayuntamiento de Tomiño”, explica Salustiano Mato, catedrático de Zoología de la Universidad de Vigo. El grupo de biólogos que pertenece lleva un año estudiando cómo evolucionan y proliferan las moscas domésticas en cierto punto del Baixo Miño, al sur de Galicia, en la frontera con Portugal.
¿Cuántas zonas están afectadas? Depende. Si se pregunta a la Federación Galega de Municipios e Provincias la respuesta es una veintena. Esa es al menos la información que divulgó hace semanas, cuando reportó que había 21 localidades afectadas por las moscas: siete en A Coruña, seis en Pontevedra, cinco en Ourense y tres en Lugo. La lista se elaboró con una encuesta cubierta en noviembre por los propios ayuntamientos y en la que, entre otras cuestiones, se les preguntaba si habían detectado “aumentos brucos” en las poblaciones de estos insectos.
Bajando (aún más) al detalle. El problema es que parte de esos 21 ayuntamientos no tardaron en aclarar que no padecen plaga alguna de moscas. Es el caso de A Teixeira, A Gudiña, Vilamartín, Riotorto, Aranga o Coirós, entre otros consistorios consultados por La Voz de Galicia y en donde los regidores aseguran no tener constancia de problemas con estos insectos. En Teo, una localidad de la provincia de A Coruña, por ejemplo, la alcaldesa matiza que en verano sí hubo un incidente, pero fue un caso concreto, localizado y que acabó solventándose.
La clave podría ser esa, la amplitud de la encuesta de la Fegamp, en la que se pregunta tanto por “aumentos bruscos” de moscas que duran solo unos días o semanas como por otros que se prolongan durante meses. La federación reconoce que la intensidad del fenómeno varía de una localidad a otra, pero que su objetivo era aportar una imagen del problema y llevar a la Xunta a buscar soluciones.
“Booms desproporcionados”. Que no se pueda hablar de una plaga gallega, uniforme y que coincida en el tiempo, no significa que en la comunidad no haya casos graves, con auténticas invasiones de moscas. En concreto hay dos en los que los propios ayuntamientos han alzado la voz. Uno es Tomiño, en la comarca de O Val Miñor, situado n el suroeste de la provincia de Pontevedra. Allí el problema es lo suficientemente grave como para que alcaldesa haya encargado un estudio sobre la proliferación de los dípteros. La tarea recayó sobre un grupo de investigación especializado en biología ambiental de la vecina Universidad de Vigo.
Mato, catedrático de Zoología y miembro del equipo, reconoce que se han detectado “booms poblacionales desproporcionados de moscas” en “zonas del ayuntamiento de Tomiño”. Al menos allí el problema lo ocasiona la mosca común, una especie prolífica, capaz de poner casi un millar de huevos en un ciclo de vida adulta. Ese ritmo de reproducción explica, como recordaba el experto durante una entrevista con El País, que en ciertos momentos proliferen “cientos de miles de moscas”, tantas que pueden llegar a “tapizar los cristales de las ventanas”.
“Es desquiciante”. El País ha hablado también con algunos vecinos de Tomiño, donde el problema parece concentrarse en dos parroquias en concreto en las que viven cerca de 800 personas. Uno de los afectados es Isaac Acuña, para quien la situación generada por las moscas resulta “desquiciante”. Con ayuda de tiras adhesivas ha llegado a cazar 300 moscas en solo un par de horas.
Al margen de que la presencia de los insectos resulte insalubre, la “nube” de dípteros con la que le toca lidiar afecta de forma directa a su día a día: no puede ventilar bien su casa y limita sus actividades al aire libre. A pesar de eso y de las mosquiteras que ha instalado admite que las moscas acaban colándose.
A 175 kilómetros… Tomiño no es la única localidad de Galicia que reconoce lidiar con estos insectos. A casi 175 kilómetros de allí, en la provincia de A Coruña, está Narón, donde también ven cómo las moscas suponen desde hace tiempo un problema. Para ser más precisos, uno que castiga a la parroquia de O Val.
Para combatirlas el ayuntamiento contrató también un estudio y ha buscado formas de fomentar la presencia de aves que ayuden a controlar la población de moscas. La Voz de Galicia Y CRTVG precisan que O Val la infestación de insectos empezó hace cinco años y supone un problema sobre todo en primavera y verano.
“Incluso en los días de frío están ahí porque ya se acostumbran a estas temperaturas”, explica al diario Manoli Castro, presidenta de la asociación vecinal Irmandiños. Los afectados insisten en las molestias que les causan a diario: “Para cocinar, fatal; para comer, igual; no puedes hacer una vida normal”.
“Una tormenta perfecta”. La gran pregunta es… ¿Cómo se explican esas infestaciones? ¿Y por qué parecen cebarse con esas zonas en concreto? Entre quienes han analizado el problema se habla de “una tormenta perfecta”, con una suma de factores en la que la temperatura y la humedad juegan un papel crucial. “Los elementos que favorecen esta situación son el cambio climático, el aumento de las temperaturas y el cambio de usos del suelo”, abunda Mato.
“El cambio climático favorece que el ciclo biológico de estos animales se active todo el año y aumente la dinámica de la población”, señala. Que el termómetro deje de bajar —al menos con la misma frecuencia que antes— por debajo de cero grados y que a principios de año lleguen a alcanzarse los 20 influye en los períodos de latencia de los dípteros. “La combinación de factores climáticos, temperatura y humedad podrían estar detrás”, comparte la asociación Galicia Ambiental.
Más allá del clima. No es la única clave que ayuda a comprender el problema con las moscas en ciertos puntos de Galicia. El fenómeno coincide con la pérdida de aves insectívoras y masa forestal. De hecho Acuña explica que hace unos cuatro años el aumento de las moscas coincidió con la tala de bosques cercanos.
Otra clave a la que apunta son los cambios en la explotación de los campos de cultivo, en los que ha variado la forma de abonar la tierra y la intensidad de la producción. Para Mato, de hecho, una forma efectiva de prevenir las infestaciones es el compostaje y aplicar “buenas prácticas agrícolas en zonas sensibles”.
Pidiendo ayuda. Si algo tienen claro las alcaldesas de las poblaciones más afectadas es que deben adoptarse medidas que van más allá de las competencias municipales. “Al igual que la Xunta se hizo cargo del mosquito tigre y la velutina, debería poner atención en estas moscas; tampoco entienden de fronteras”, reclama la de Tomiño, donde hay negocios que ya amenazan con cerrar sus puertas si no se encuentran soluciones. Su compañera de Narón subraya el impacto que tiene el problema para sus convecinos: “En los picos fuertes es una exageración”.
Imagen | Gabriel Remotti (Flickr) y Sergei Gussev (Flickr)
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